Cultura y espacios públicos

. sábado, 5 de abril de 2008
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Escribe: Luis Gregoratti
Periodista - ex Director de Cultura de la Municipalidad de Córdoba

La Cultura es como la Salud. Todos queremos y necesitamos estar sanos. Tener salud. Y así como nadie quiere renunciar a ella, es muy posible que nadie tenga el agrado de renunciar a su Cultura. No obstante, las políticas neoliberales nos han planteado -primero lo sugirieron y luego la volvieron tangible- esa idea de renuncia a la salud y a la cultura por parte del estado; ofreciéndole al mercado las posibilidades de pensar, producir y gestionar la salud y la cultura.

Pero hoy podemos volver a proclamar que la gente desea estar sana. Tener salud bajo los oficios estatales. Y lo desea diariamente, constantemente, minuto a minuto, segundo a segundo. Y en todas partes. Porque la salud no está en los Hospitales, en las Clínicas, en los Dispensarios. La gente quiere y necesita gozar de la salud en su casa, en las plazas, en el colectivo, en las fábricas, en las calles, en las estaciones, en las cárceles, en los hogares… De la misma manera, la cultura no está simplemente en los museos –y la verdad que hoy no-, en los teatros, sino que la debemos encontrar también en las plazas, en las cárceles, en los colectivos, en los cines, en las fábricas y calles, en los centros con mayor tecnología como en los espacios abandonados. Eso fundamenta una de las razones para descentralizar, que consiste en construir lugares.

Descentralizar no consiste en repartir un poco de equipamiento en los centros vecinales, o que un organismo público envíe un sonidista a un evento barrial. O, lo que es peor, creer que existe en la realidad esa idea de "llevar cultura a los barrios". Por el contrario, cada una de estas acciones representa colonizar a las comunidades con lo que algunos "expertos" suponen que es construir ciudad a través de lo supuestamente cultural. Y no se trata de otra cosa que imponer sus gustos personales con dinero del Estado.

Por el contrario, con descentralizar nombramos un aspecto de los diseños de políticas públicas, entendiendo por política no una actividad para realizar, sino como la distinta relación que existe entre los hombres que luchan por alcanzar lo que los ciudadanos no tienen. Por edificar la identidad social que no se ha conquistado todavía.

Descentralizar implica construir lugares, espacios públicos, espacios que años atrás la globalización conquistó para ella y de a poco fuimos recuperando. Territorios que están allí para la innovación, la gestión de las tradiciones y sus patrimonios y el imperio de lo local. Es preciso decidir la descentralización como una apuesta por las identidades de todos, ya que permite una mirada de las comunidades sobre si mismas, algo necesario y a esta altura esencial para su futuro, pues no podrán desarrollarse sin espacios de legitimación y de representación. En la cultura han aparecido e instalado nuevos actores sociales, de allí que tomemos la descentralización como una herramienta poderosa de la proximidad y de la participación. Pues no sólo que toma a las personas como personas y ciudadanos, mas que como simples espectadores y consumidores. Así, los ciudadanos podrán ejercer y desarrollar sus potencialidades creativas y ser protagonistas de la construcción cultural de toda la ciudad. Hablamos aquí de instalar una creciente autonomía para la verdadera participación, que es decidir y formar consensos sobre qué políticas, programas, proyectos y acciones realizar en el propio territorio.

En el 2006 lanzamos desde la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Córdoba, una nueva idea de Descentralización. Se dividió a la ciudad en 10 distritos, con la Subdirección de Redes Culturales se comenzó a reunir a instituciones, clubes, asambleas, centros vecinales, colegios, colectivos artísticos y demás actores sociales de cada distrito, para definir desde el territorio los programas que para la gente del lugar eran necesarios desarrollar. Al cabo de cada mes, esas redes producían programas que sumaban alrededor de 30 acciones, planificadas, gestionadas por los propios vecinos. Esta propuesta coincidió con los programas de descentralización que lanzó simultáneamente las ciudades de Montevideo (Uruguay) y Recife (Brasil).

En realidad no hubo nada pactado entre las ciudades, aunque muchas similitudes. La única gran diferencia con Córdoba fue la relación del presupuesto. En la ciudad uruguaya se contó con 300 mil dólares anuales para el programa, y en la ciudad brasileña una cifra aproximada a los dos millones de reales. En nuestra capital no pudimos asignar más de 150 mil pesos, pero en virtud del esfuerzo que se aportó como financiamiento comunitario el programa se instaló con importantes perspectiva. Al año siguiente, los tiempos eleccionarios influenciaron en su desarrollo y el programa resignó su crecimiento. Sería interesante que el estado municipal pueda continuar descentralizando la cultura, para ganar espacios con nuestra diversidad cultural a la globalidad y al consumo.

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