Editorial Nº 3

. lunes, 22 de septiembre de 2008
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El bicentenario de la independencia nacional está ahí nomás. Significarán, más allá de los festejos y discursos de ocasión, un momento donde seguramente se discutirán los proyectos y modelos políticos del pasado, del presente y sobre todo del futuro.


Aquel huracán revolucionario que vio la luz en mayo de 1810 y que tuvo su primer escalón el 9 de Julio de 1816, está enmarcado en nuestros libros de historia por una sucesión de próceres -muchas veces enmudecidos por los historiadores- de cuyo pensamiento real conocemos poco o nada. Pero aún hoy, a 200 años de distancia, sigue siendo estremecedor pensar en aquellos que en un territorio colonial se propusieron construir una nación basada en valores, como la libertad, la igualdad y la fraternidad, que por aquellos días eran apenas un ideal difuso y sumamente contradictorio con el mundo de principios del siglo XIX.

Ahora parados sobre los primeros escalones de este siglo, las urgencias políticas y económicas tienen aún la impronta de lo que nos falta y en especial de la necesidad de desarrollarnos en un marco de equidad.

Toda nación es ante todo un proyecto colectivo, pero muchas veces tendemos a creer que su destino está solo en manos de su clase dirigente; ahora seríamos ciegos si no cayéramos en cuenta, una y otra vez, que el grueso de la historia argentina ha sido escrita con el pulso de los argentinos en las calles del país.

Las gestas, las verdaderas, no las que se escriben al calor de un escritorio, han sido un producto de claro contenido popular que han trascendido incluso la eventual derrota coyuntural para seguir en la senda y continuar empujando la rueda de nuestro destino.

Los nuevos desafíos entonces vuelven a ser colectivos y están íntimamente vinculados a la búsqueda de mayores niveles de equidad para el presente pero también para el futuro, ya que todo lo que hagamos o dejemos de hacer hoy, repercutirá inevitablemente en los años por venir.

Cuando hace casi 100 años la oligarquía gobernante en el país festejaba el primer centenario, lo hacía sobre la base de la exclusión, la segregación y reproduciendo la imagen irreal de una Argentina que prosperaba sin otra limitación que los precios internacionales para nuestros productos. Fue su obra la cimentación de un estado liberal en lo económico pero reaccionario en lo político, que supo bloquear por décadas el acceso al poder de los sectores más postergados.

Ahora, en estos casi 200 años, enfrentamos el desafío de poner de pie una república con un fuerte contenido popular e inequívocamente democrática. Es decir una república que base su existencia y asegure su permanencia a través de un estado fuerte jugado en la defensa de los intereses nacionales y abierto a las necesidades y la participación del pueblo.

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