Editorial Nº 5

. lunes, 22 de septiembre de 2008
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Aquí estamos, parados los cordobeses a un año del fraude que marcó de forma indeleble la política provincial y significó para muchos el punto más bajo de confianza en eso que se ha dado en llamar la “clase política”.


No ha sido un año cualquiera, muchas cosas han sucedido en Córdoba y en el país, y sin dudas nos podemos atrever a decir que el panorama general ha sufrido fuertes modificaciones, tantas que pareciera que el 2 de setiembre de 2007 ha ocurrido en realidad hace mucho, mucho tiempo atrás.

Justamente, todo ese tiempo, toda esa agua que ha corrido bajo el puente nos ha servido para sacar algunas conclusiones de gran valor. En primer lugar hemos llegado a comprender en profundidad no solo los cómo del fraude sino también los por qué. Y esto gracias a que hemos podido ver el despliegue de un gobierno provincial que está decidido a ser una continuidad del modelo instaurado por De la Sota y que se ha mantenido firme en los lineamientos del esquema neoliberal menemista de los noventa.

Es por eso que cada día está más claro que aquella nefasta madrugada donde se decidió manipular la voluntad popular, no solo se cambiaron los votos de varios miles de ciudadanos, sino que además se intentó doblegar la voluntad popular que buscaba un cambio en serio, y pretendía dar un salto hacia adelante con más democracia y con otro modelo político y económico.

Pero, lamentablemente, esto se pudo dar; en gran medida gracias al elenco estable de socios del poder que hace rato que aprendieron como amañar urnas, comprar voluntades e intimidar a la gente. Elenco de personas que han hecho enormes negocios gracias a su pertenencia a un esquema bipartidista corrupto y soberbio. Ellos, que han movido los hilos de la política en Córdoba desde hace décadas decidieron que sus negocios debían ser protegidos a cualquier precio y lo hicieron sin mayores escrúpulos porque están convencidos de que en este momento el “voto popular” es solo un concepto vacío y no les tiembla el pulso cuando hacen sus arreglos a la vista de todos, tal como fue el reciente contubernio que pretendió llevar a Decara como defensor del pueblo.

Por otra parte sería erróneo pensar -como ellos pensaron- que solamente con aplicar sus trucos legales y sus componendas, podrían doblegar la voluntad de cambio que hace años se ha adueñado de nuestro pueblo. Quizás en su cabeza de tecnócratas hayan pensado que lo mejor era llenarnos de derrotismo y atemorizarnos con esa prepotencia tan característica en ellos, que siempre nos imponen los hechos consumados, con la firma de los jueces asociados al poder y legitimado con su extendido aparato estatal de propaganda y medios de comunicación amigos. Pero afortunadamente la realidad les ha demostrado otra cosa.

Hoy ya no nos puede caber ninguna duda sobre los alcances del fraude en que nos embarcaron. Fraude que comenzó en las urnas, siguió en la Legislatura, y se profundizó con el reciente recorte a los jubilados provinciales y con el ataque a los derechos adquiridos de los trabajadores el estado. Y es que, como toda mentira (porque de eso se trata un fraude) al quedar al descubierto, necesita de otro embuste que la apoye y la refuerce. Engaños que cada vez deben ser más grandes y descarados para mantener toda una estructura perversa cuyos cimientos se muestran día a día como más endebles.

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