Esperanza en Guinazú

. lunes, 22 de septiembre de 2008
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Escribe: Carlos Ferrero

Más allá de la Av. de Circunvalación, por Av Juan B. Justo, en el límite norte de la ciudad de Córdoba, está el barrio de Guiñazú. Allí el asfalto es escaso como la comida y las calles son de tierra seca y dura como la vida. El desempleo, los planes sociales y el trabajo informal (para los más afortunados) son la realidad laboral de la mayoría de los vecinos.

¿Sabés cual es la palabra más terrible en el barrio, la que no se nombra por miedo a invocarlo? No, no es robo ni violencia, tampoco marginación o desempleo, ni siquiera enfermedad, éstas son realidades demasiado cotidianas. Es HAMBRE.

Pero esta realidad no es patrimonio de un barrio, se repite como la imagen de un caleidoscopio en todos los barrios marginales de nuestra ciudad, de la provincia e inclusive del país.

No todo está perdido


Afortunadamente existen personas solidarias y comprometidas que se agrupan en organizaciones sociales, barriales y comedores populares para pelear cuerpo a cuerpo contra la miseria y la marginalidad, una especie de faro en todos los lugares donde trabajan. En Guiñazú, de la mano de Inés Medrano funciona el Centro Comunitario Esperanza. ¿Se te hubiera ocurrido un nombre mejor?

Retrato de una luchadora social

Inés tiene 48 años, nacida en Salta, madre de 5 hijos, se estableció hace 13 años en barrio Guiñazú de nuestra ciudad. Cuenta que lo social le gustó siempre. Cuando vivía en Metan, Salta, en su adolescencia formó parte de los Bomberos Voluntarios. Después se fue a vivir a Güemes y con un grupo de 20 familias lucharon para que les dieran unos terrenos que pertenecían a los ferrocarriles, y hasta consiguieron que les instalaran los servicios de agua y electricidad.

Pero después se vino a Córdoba y empezó de nuevo. Una vez instalada abrió un Comedor, mientras trabajaba limpiando casas de familias y se capacitó en seguridad alimentaria y conservación de alimentos en el INTA, en Género y Derechos de la Mujer, en autoempleo y gestión, en violencia familiar y drogadicción.

También fue alfabetizadora en el Programa Nacional de Alfabetización “Yo sí puedo” y promotora de Salud Reproductiva en su zona. El año pasado la Fundación PARES le entregó un reconocimiento a la Mujer Trabajadora Cordobesa.

Pariendo la Esperanza

Apenas establecida en el barrio comenzó a colaborar en un comedor en Alicia Risler para luego abrir uno en 1999 en Guiñazú. Cuando comenzó se lo conocía como el Comedor de Inés hasta que entre todos los niños asistentes eligieron el nombre Esperanza. Funcionaba al aire libre, sólo una media sombra hacía la función de techo. Luego le donaron un techo de fibra de vidrio y ella misma con las mamás levantaron las paredes. Posteriormente lograron el techo de chapa, el contrapiso y el revoque.

Recogiendo lo sembrado


En la actualidad reciben apoyo de la Comunidad Armenia y son integrantes de la Red de Comedores Comunitarios, lo cual le asegura el plato de comida a los niños de hasta 5 años. Pero no se les puede decir no a los hermanitos de hasta de 10 años, por lo cual se realizan colectas periódicas.

Además de brindarles el almuerzo y una copa de leche a la tarde asisten 70 chicos y unas 20 madres. Se les da apoyo escolar a los niños y se dictan cursos para las mamás de pintura sobre tela, tejido a mano, a crochet, en máquina y telar, corte y confección, con lo cual las familias pueden generar un ingreso extra o una disminución en sus gastos.

En el mes de Agosto se inauguró una guardería para los hijos de las madres que trabajan.

Inés está orgullosa de su Comedor, pero es sencilla y noble y eso se refleja en su sonrisa cuando comenta que si sembramos amor, recogeremos amor. Y de nuevo la alegríe le baila en los ojos.

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